Nos plantea Humberto Maturana, al menos así lo entiendo, que la oportunidad del ser humano para vivir plena y felizmente hunde sus raíces en la competencia natural, biológica, de sentir amor. Partiendo de la necesidad de experimentarlo nos sentimos compelidos a crear lazos de acercamiento y apoyo. Cuando se presentan desacuerdos, bien puede ser por no comunicar efectivamente la intención amorosa.
Sin embargo, en la historia predominan los acontecimientos donde los enfrentamientos, disputas y destrucción de personas y grupos humanos destacan sobre los acuerdos y celebraciones conjuntas. Si a estos datos específicos aunamos que los estudios sobre el cerebro y su relación con las emociones y sentimientos es mucho más compleja, consideramos que necesitamos abrir el espectro de entendimiento, explicación y acción de cambio para contribuir a un mundo armónico donde predomine abierta y voluntariamente el gozo compartido.
Lo que nos enseñan los descubrimientos recientes de la biología, la etología, la sociología y la psicología contemporáneas, fundamentalmente, es que al lado del amor conviven de forma natural y espontánea otra serie de sentimientos y emociones no precisamente muy acogedores: miedo, rabia, tristeza, odio, resentimiento, envidia y paremos de contar. Además, sabemos a ciencia cierta que estos aspectos afectivos son cultivados y enriquecidos en el proceso de formación ciudadana en forma inconsciente, de tal manera que pueden expresarse de modo pronto y eficaz ante los estímulos competentes que se presentan en un momento dado.
Es por ello que invitamos a dar un salto en la visión de que podemos espontánea y naturalmente llegar a acuerdos y disfrutes compartidos. No es posible por esa vía, ya que es mucho más fácil entrar en desacuerdos y enfrentamientos que compartir en sana paz.
Solamente un esfuerzo conscientemente dirigido hacia la aceptación y tolerancia de las diferencias y el compartir y celebrar las semejanzas nos ofrece la vía regia hacia ese ansiado mundo pacífico y amorosamente compartido, tomando en cuenta que pasa por un entrenamiento sistemático de nuestros aspectos inconscientes involucrados: Pensamientos, emociones, sentimientos y acciones dirigidas y supervisadas por una actitud consensuada en el acuerdo de rutas de desarrollo humano claras y precisas. Las claves del buen vivir.
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