La teoría holonómica cerebral...no sólo no compromete ni rechaza la concepción neurofisiológica clásica, sino que, por el contrario, la enriquece...así como enriquece también a la psicología, proveyéndola de un mecanismo plausible para entender la experiencia fenoménica.”
“Trabajar sobre los procesos y programas es mucho más útil que trabajar sobre los contenidos .” Richard Bandler
Desde el punto de vista funcional (lo que hemos denominado mente hasta ahora) podemos decir que nuestro cerebro opera dos grandes procesos: la creación y desarrollo de programas y el establecimiento de representaciones a partir de la aplicación de tales programas. Tal clasificación, que nos ayuda a entender y operar con gran precisión, claridad y elegancia sobre nosotros mismos y aquellos con quienes interactuamos, deriva de un esfuerzo teórico-pragmático sin precedentes conocidos, donde cientos de modelos, aplicaciones, técnicas y prácticas que demostraron su eficiencia y eficacia acerca del cambio humano positivo, son organizados e integrados en un enfoque único, sistémica y sistemáticamente estructurado, transdisciplinario y dinámico denominado NEUROCODEX, cual constituye las siglas de NEURODificación de la EXperiencia humana. El nombre deriva del hecho de que el factor común, mínimo común denominador, de todos los enfoques y conceptos revisados, lo constituye la creación, mantenimiento y transformación de códigos por parte del sistema nervioso central de nosotros los humanos. Códigos estos que aluden a la forma particular como, empleando los programas mentales correspondientes, vía los sistemas perceptivos, creamos representaciones virtuales bajo la especie de hologramas que constituyen nuestro espacio mental y que almacenamos bajo cuatro dimensiones o módulos que, a su vez, trabajan en paralelo: Pensamientos, Emociones, Sentimientos y Acciones (P.E.S.A.). Los procesos involucrados para la creación y mantenimiento de tales módulos (memorias) son, en primer lugar, la atención, como mecanismo de focalización sensorial frente a aquellos estímulos competentes, capaces de excitar dichos receptores para luego ser representados en el holograma correspondiente. Por otra parte, las inteligencias (procesos de transformación de esas representaciones en memorias) las llevan a almacenarse bajo los módulos paralelos P.E.S.A. De allí, estas memorias se convierten en estímulos internos que sirven de segunda fuente para comparar con las percepciones externas lo que está representado en nuestro interior, de la misma manera como las fuentes de luz coherente lo hacen en los hologramas artificiales. De esta forma, podemos admitir algún estímulo como familiar o novedoso, según la experiencia y cómo la hallamos categorizado, abriéndonos a la opción de ratificar, mantener o modificar dicha experiencia mediante la aplicación de los programas que hayamos instalado a lo largo de nuestra vida.
Dado que se trata de una estructura multinivel y dinámica, reconocemos varios modos de funcionar tanto los programas como las representaciones.
Los programas trabajan en modo consciente, subconsciente, inconsciente y automático según la necesidad y disposición de las decisiones a tomar. Así, la tensión arterial opera automática y homeostáticamente, mientras que las emociones lo hacen inconsciente y en función escalonada, por ejemplo.
Las representaciones siguen cursos paralelos en su distribución P.E.S.A. y se subdividen en desarrollos icónicos o simbólicos, donde estructuramos nuestra privativa capacidad transformadora: el lenguaje.
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