Luis Arocha Mariño.
Junio 2012.
Las creencias son las reglas
fundamentales del juego de la vida. Así como en los deportes o juegos
hay reglas fundamentales para hacerlos posible, en la vida de cada uno
de nosotros tales reglas configuran nuestro espectro de opciones en
cualquier momento. De la misma manera que en un juego de fútbol, por
ejemplo, hay que atenerse a que se juega dentro de los límites de la
cancha, en nuestro cerebro-mente están alojados principios que guían
nuestras posibilidades de desenvolvimiento. Si estoy convencido de que
soy tonto, por caso, no intentaré arriesgarme a inscribirme en un
postgrado complejo o a asumir un trabajo de riesgo creativo ya que estoy
seguro, previamente, de que fracasaré.
Así es como funcionan las famosas
creencias. Son las leyes fundamentales que dan paso a la obtención y
puesta en práctica de competencias, destrezas, habilidades y conductas
específicas que poseemos. Por ello, nuestras posibilidades en la vida son del tamaño de las creencias que tengamos, en primer lugar, y en segundo, marcarán las decisiones que usaremos en cada contexto que se presente.
Por ello, hablamos también del cerebro-mente como un órgano interfaz
que conecta nuestras competencias de percepción, procesamiento y acción
en su relación con el exterior.
Otro rasgo importante de las creencias
es que la mayoría de ellas –y mientras más importante, más todavía-
suelen operar a nivel inconsciente. De esta manera nos dejan el espacio
mental libre para poder ejercer la función humana por antonomasia:
razonar, analizar, proyectar y decidir acerca del vínculo entre cuatro
mundos versionados por nosotros: individual o subjetivo, material o
físico, social o gregario y espiritual o trascendente. Es el producto de
una evolución inteligente de los circuitos nerviosos que hacen posible
la continuación de la vida en el planeta. Ahora bien, al constituirse en
marco general de desenvolvimiento, formar premisas a partir de las
cuales ejercemos la lógica del razonar. Por ello, solemos decir que las creencias “son pensamientos encementados con sentimientos” ya que estos últimos conforman ese marco afectivo que precede nuestro razonar en cualquier circunstancia que nos encontremos.
De tal suerte que, en la medida en que
podamos darle mayor dirección y sentido a esta propiedad de poseer
creencias, seremos capaces de contribuir fuerte y cálidamente a la
co-construcción de un mundo hecho a nuestra medida y semejanza, en tanto
nos entendamos como seres integrados con la naturaleza y sus
expresiones particulares.
Descubrir que acceder a nuestras
creencias puede ser un procedimiento sencillo, útil y divertido, donde
encontrarnos con los mecanismos inconscientes que nos llevaron a su
construcción, no sólo nos abre la puerta de una mayor comprensión de
nosotros mismos, sino que nos facilita la maravillosa oportunidad de
realizar cambios profundos en nuestras reglas fundamentales de juego,
abriéndonos a un mejor vivir, cuestión que abordaremos en próximos
artículos.
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